Hace algunos meses me encargaron un análisis grafopsicológico del militar español Blas de Lezo para un libro que se iba a publicar sobre su vida.
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Reconozco que había oído hablar de él, pero desconocía sin embargo totalmente su historia. A raíz de realizar este análisis, me adentré en su biografía, y descubrí con ello a un personaje digno de figurar en cualquier película de aventuras. Por desgracia, a pesar de su heroicidad defendiendo las posesiones españolas de los ingleses, no resulta un personaje conocido. Creo que con el tiempo, y así está ya siendo poco a poco, acabará teniendo su lugar como uno de los grandes de nuestra historia.
Os paso, para que enténdais un poco el atractivo de este personaje, que llegó a perder un ojo, una pierna y un brazo en sus mil batallas tenidas, una breve semblanza biográfica:
El Almirante patapalo D. Blas de Lezo, nació en Pasajes (Guipúzcoa). En 1701 ingresó como guardiamarina y en 1704, ya iniciada la Guerra de Sucesión española, entró en combate como tripulante de la escuadra francesa que se enfrentó a las fuerzas combinadas de Inglaterra y Holanda en batalla librada frente a Vélez Málaga y en la que perdió la pierna izquierda por una bala de cañón, mostrando en el terrible trance tal sangre fría que admiró al mismo Almirante.
Su intrepidez y serenidad en el combate fue premiado con el ascenso a alférez de navío y luego a teniente de navío. Participó en ladefensa del castillo de Santa Catalina en Tolón donde perdió el ojo izquierdo. Ostentó el mando de diversos convoyes que socorrían a Felipe V en Barcelona burlando lavigilancia inglesa. En uno de ellos fue rodeado por fuerzas superiores, y apurado supo salir incendiando alguno de los buques que le seguían lo que rompió el círculo que le rodeaba.
En 1713 fue ascendido a Capitán de navío, y un año más tarde fue destinado al segundo sitio de Barcelona donde perdió el brazo derecho. En esa época, y al mando de una fragata, hizo once presas a los británicos entre ellas la del emblemático Stanhope, buque bien armado y pertrechado.Terminada la Guerra de Sucesión se le confió en 1723 el buque insignia Lanfranco y el mando de la Escuadra de los Mares del Sur,. limpiando de piratas las costas del Pacífico y capturando doce navíos holandeses e ingleses.
Contrajo matrimonio en el Perú en 1725 y en 1730 regresó a España siendo ascendidoa Jefe de la Escuadra Naval del Mediterráneo. Se trasladó a la Republica de Génova para exigir el pago de los 2.000.000 de pesos pertenecientes a España retenidos en el Banco de San Jorge, y que en desagravio se hiciera un saludo excepcional a la bandera española sopena de bombardear la ciudad. Ante la enérgica actitud el Senado genovés cedió de inmediato.
En 1732 y a bordo del Santiago hizo una expedición a Orán comandando 54 buques y 30.000 hombres. Orán fue rendida pero Bay Hassan reunió de nuevo tropas y sitió la ciudad poniéndola en grave aprieto. Lezo acudió en socorro con seis navíos y 5.000 hombres logrando ahuyentar al pirata argelino tras reñida lucha. Persiguió su nave capitana de 60 cañones que se refugio en la bahía de Mostagán defendida por dos castillos y 4.000 moros. Esto no arredró a Lezo, que entró tras la nave argelina despreciando el fuego de los fuertes incendiándola y causando además gran daño a los castillos. Patrulló luego durante meses aquellos mares impidiendo que los argelinos recibieran refuerzos de Constantinopla hasta que una epidemia le forzó a regresar a Cádiz.
En 1734 el Rey premió sus servicios promoviéndolo a General de la Armada. En 1737 regresó a América con los navíos Fuerte y Conquistador y fue nombrado Comandante General de Cartagena de Indias, plaza que defendió de los embates del almirante inglés Sir Edward Vernon, página gloriosa de la Armada Española.
Fue esta nueva Armada Invencible inglesa que, teniendo ciento ochenta navíos, era mayor que la de Felipe II y la segunda más grande de todos los siglos, después de la armada que atacó las costas de Normandía en la II Guerra Mundial. El ejército invasor, comandado por el citado almirante Vernon, lo constituían veintitrés mil seiscientos soldados, entre ellos dos mil setecientos hombres de las colonias norteamericanas, comandadas por Lawrence Washington, hermano del futuro libertador de los Estados Unidos, y tres mil piezas de artillería.
Las posesiones españolas estaban defendidas por dos mil ochocientos hombres y seis navíos, con lo que se puede comprobar la gran diferencia de fuerzas. Su magnífica defensa de Cartagena de Indias le inmortalizó para los anales de nuestra historia naval.
En 1739 estalló el conflicto bélico entre Inglaterra y España conocido como la guerra de "la oreja de Jenkins". Las pretensiones inglesas pasaban por asestar un golpe definitivo y humillante a los españoles arrebatándoles puntos clave de sus posesiones americanas. Para ello abastecieron la flota más impresionante jamás vista, muy por encima de la Armada Invencible que Felipe II había enviado contra Inglaterra en 1588. La expedición punitiva británica estaba integrada por 186 buques de guerra y transporte en los que se distribuían 10.000 tropas de asalto, 12.600 marineros y 1.000 macheteros jamaicanos. Estos efectivos estaban apoyados por 2.620 piezas de artillería. Frente a ello, Blas de Lezo apenas contaba con 2.230 soldados del ejército más 600 arqueros indios traídos del interior.
Durante 67 días, los españoles aguantaron el cañoneo incesante de los buques ingleses dirigidos por el almirante Vernon. Rechazaron el ataque terrestre ocasionando innumerables bajas al enemigo, hasta que, finalmente, su tenacidad y la excelente dirección de don Blas hicieron retroceder la ofensiva inglesa ocasionando su retirada de aquel escenario. La derrota se digirió mal en Londres, donde en principio creyeron que su ejército había obtenido una resonante victoria. El propio rey Jorge II ordenó que no se escribiera nada sobre lo acontecido con el consiguiente e injusto soterramiento histórico.
Por su parte, Blas de Lezo quedó maltrecho tras los combates muriendo poco después en un incomprensible y poco honroso olvido, aunque a título póstumo se le otorgó el marquesado de Oviedo. Hoy en día ni siquiera sabemos dónde se hayan sus restos mortales y eso que su éxito propició que España mantuviera más de 60 años intacta su actividad marítima y comercial con las colonias americanas. No obstante la memoria de este indiscutible lobo de mar quedó representada en diferentes navíos como la fragata del tipo F-100 que en la actualidad lleva su nombre.
Para saber más:
ANALISIS GRAFOPSICOLÓGICO
En su manera de pensar, nos encontramos con una persona con una buena capacidad para enlazar y aglutinar distintas ideas, con el fin de conseguir un mismo planteamiento común. Es decir, una mente amplia y capaz para comprender aspectos complejos. Asimismo, su inteligencia viva detectaba con rapidez las soluciones a los problemas que le iban surgiendo.
No necesitaba reflexionar mucho para actuar, ya que enseguida se ponía en acción en cuanto fuera necesario. Tenía las cosas muy claras en su vida, y se movía con decisión hacia ellas, con impulsividad.
Igualmente, era un buen planificador, y en su cabeza dibujaba con facilidad todos los pros y los contras que las situaciones podían tener. De tal manera, sabía encauzar debidamente los caminos por los que debía andar en su vida.
Sin embargo, también había aspectos que le podían llegar a obsesionar, haciendo que su cabeza le diera muchas vueltas a aquello que le preocupaba. Estas ideas repetitivas eran sin duda uno de sus puntos débiles, porque le apartaban de su natural proceder certero y diligente.
Estaba dotado de un pensamiento metódico y disciplinado, muy coherente con los actos que se derivaban del mismo. Por lo tanto, raramente se arrepentía de sus acciones. Su grado de determinación era también importante, lo que le facilitaba este comportamiento.
Su conducta se regía por principios muy marcados y claros que él sentía de manera profunda, siendo consecuente con ellos.
Tenía buena habilidad verbal, y no le era difícil convencer y envolver de alguna manera a los demás para que se adhirieran a sus proyectos e intereses particulares. Disponía de un carisma personal que no desaprovechaba.
Era una persona con una energía vital muy grande, lo que le permitía también mantener una fuerte actividad diaria. Incansable y firme en sus actitudes, con un carácter enérgico y voluntarioso, trabajaba con mucha constancia y continuidad, hasta alcanzar sus objetivos. Era fácil verle apasionarse con muchos de sus proyectos. No le gustaba perder el tiempo y procuraba siempre ir al centro de las cuestiones.
Se podía decir de Blas de Lezo que era una persona realizadora, ya que de forma habitual llevaba a término prácticamente todo lo que se proponía, sabiendo además sacar partido de los medios de que dispusiese.
Su alto nivel de resistencia y seguridad en el obrar, nos habla de un sujeto firme de carácter, bastante intransigente y radical además, que exigía mucho a las personas que le rodeaban, pero que sin duda al que más le exigía era a si mismo.
Tenía siempre una actitud decidida y valiente ante la vida, acometiendo las tareas con fuerza y empuje, teniendo una gran capacidad de autosuperación. Esto es debido, sobre todo, a la gran confianza que tenía en su propia valía y capacidad personal, que le llevaba a luchar contra las adversidades y a buscar siempre la victoria entre sus metas. Defendía sus ideas y proyectos con contumacia.
Era una persona con reacciones bastante primarias, es decir, con prontos fuertes y tajantes. Respondía siempre con contundencia, y desde luego, sin pelos en la lengua. No era amigo del disimulo sino de expresar abiertamente las cosas, a veces con bastante rudeza, aun a riesgo provocar respuestas airadas en el ambiente. La diplomacia no era precisamente uno de sus fuertes.
Era bastante irritable de carácter, habiendo perdido los papeles más de una vez. Se le aprecian también cambios de humor y gestos de impaciencia, lo cual agranda lo anteriormente comentado.
Se mostraba sincero y directo, por los que sus opiniones y posturas no solían caer con agrado entre los que le rodeaban. También contribuía a ello su talante poco objetivo y aun menos ponderado, que hacía que se decantara por sus particulares predilecciones y gustos sin pensar en las consecuencias que ello podía traer.
Aun así, era persona sociable, con facilidad para establecer sólidos vínculos afectivos.
Era una persona idealista, llena de profundas aspiraciones que le motivaban en su quehacer diario y sobre todo en su búsqueda personal trascendente. No por ello dejaba de ser realista en sus planteamientos; era muy consciente de sus deberes y obligaciones, y de cuál era su papel. Sabía donde poner los pies en todo momento.
Tenía una ambición personal permanente, y con ello también una actitud luchadora que raramente se rendía ante los obstáculos. Un sentimiento fuerte de orgullo, con afán de sobresalir y destacar. Además, por supuesto, un pronunciado amor propio que le animaba a seguir adelante cuando las cosas iban mal. Se valoraba en buen grado y era plenamente consciente de su valía personal. Aunque de la misma manera, también necesitaba autoafirmarse continuamente, con el fin de afianzar su posición de cara a los demás.
Con este talante, es lógico que fuera ejemplo y motivación de muchos que le seguían, al animarles con su férreo convencimiento en sus propias ideas y creencias.
No necesitaba reflexionar mucho para actuar, ya que enseguida se ponía en acción en cuanto fuera necesario. Tenía las cosas muy claras en su vida, y se movía con decisión hacia ellas, con impulsividad.
Igualmente, era un buen planificador, y en su cabeza dibujaba con facilidad todos los pros y los contras que las situaciones podían tener. De tal manera, sabía encauzar debidamente los caminos por los que debía andar en su vida.
Sin embargo, también había aspectos que le podían llegar a obsesionar, haciendo que su cabeza le diera muchas vueltas a aquello que le preocupaba. Estas ideas repetitivas eran sin duda uno de sus puntos débiles, porque le apartaban de su natural proceder certero y diligente.
Estaba dotado de un pensamiento metódico y disciplinado, muy coherente con los actos que se derivaban del mismo. Por lo tanto, raramente se arrepentía de sus acciones. Su grado de determinación era también importante, lo que le facilitaba este comportamiento.
Su conducta se regía por principios muy marcados y claros que él sentía de manera profunda, siendo consecuente con ellos.
Tenía buena habilidad verbal, y no le era difícil convencer y envolver de alguna manera a los demás para que se adhirieran a sus proyectos e intereses particulares. Disponía de un carisma personal que no desaprovechaba.
Era una persona con una energía vital muy grande, lo que le permitía también mantener una fuerte actividad diaria. Incansable y firme en sus actitudes, con un carácter enérgico y voluntarioso, trabajaba con mucha constancia y continuidad, hasta alcanzar sus objetivos. Era fácil verle apasionarse con muchos de sus proyectos. No le gustaba perder el tiempo y procuraba siempre ir al centro de las cuestiones.
Se podía decir de Blas de Lezo que era una persona realizadora, ya que de forma habitual llevaba a término prácticamente todo lo que se proponía, sabiendo además sacar partido de los medios de que dispusiese.
Su alto nivel de resistencia y seguridad en el obrar, nos habla de un sujeto firme de carácter, bastante intransigente y radical además, que exigía mucho a las personas que le rodeaban, pero que sin duda al que más le exigía era a si mismo.
Tenía siempre una actitud decidida y valiente ante la vida, acometiendo las tareas con fuerza y empuje, teniendo una gran capacidad de autosuperación. Esto es debido, sobre todo, a la gran confianza que tenía en su propia valía y capacidad personal, que le llevaba a luchar contra las adversidades y a buscar siempre la victoria entre sus metas. Defendía sus ideas y proyectos con contumacia.
Era una persona con reacciones bastante primarias, es decir, con prontos fuertes y tajantes. Respondía siempre con contundencia, y desde luego, sin pelos en la lengua. No era amigo del disimulo sino de expresar abiertamente las cosas, a veces con bastante rudeza, aun a riesgo provocar respuestas airadas en el ambiente. La diplomacia no era precisamente uno de sus fuertes.
Era bastante irritable de carácter, habiendo perdido los papeles más de una vez. Se le aprecian también cambios de humor y gestos de impaciencia, lo cual agranda lo anteriormente comentado.
Se mostraba sincero y directo, por los que sus opiniones y posturas no solían caer con agrado entre los que le rodeaban. También contribuía a ello su talante poco objetivo y aun menos ponderado, que hacía que se decantara por sus particulares predilecciones y gustos sin pensar en las consecuencias que ello podía traer.
Aun así, era persona sociable, con facilidad para establecer sólidos vínculos afectivos.
Era una persona idealista, llena de profundas aspiraciones que le motivaban en su quehacer diario y sobre todo en su búsqueda personal trascendente. No por ello dejaba de ser realista en sus planteamientos; era muy consciente de sus deberes y obligaciones, y de cuál era su papel. Sabía donde poner los pies en todo momento.
Tenía una ambición personal permanente, y con ello también una actitud luchadora que raramente se rendía ante los obstáculos. Un sentimiento fuerte de orgullo, con afán de sobresalir y destacar. Además, por supuesto, un pronunciado amor propio que le animaba a seguir adelante cuando las cosas iban mal. Se valoraba en buen grado y era plenamente consciente de su valía personal. Aunque de la misma manera, también necesitaba autoafirmarse continuamente, con el fin de afianzar su posición de cara a los demás.
Con este talante, es lógico que fuera ejemplo y motivación de muchos que le seguían, al animarles con su férreo convencimiento en sus propias ideas y creencias.
En su grafismo se detectan formas evolucionadas, muy personales, que hablan de una personalidad madura y rica en matices, que huye de esquemas preconcebidos y aprendidos. Su grafía, a pesar de contener muchos de los aspectos caligráficos propios de la época, se muestra también muy avanzada en otros, con gestos gráficos dinámicos y armónicos, rápidos y certeros, reflejo sin duda de una mente privilegiada.
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