Hace algún tiempo me pasó una anécdota graciosa.
Recibo una llamada en el despacho de una señora que me preguntaba si éramos “péritos”. Le comento que sí, y qué deseaba.
Me dice que en el Ayuntamiento le habían dicho que necesitaba acudir a un “périto” para unos papeles.
Yo, la verdad, un poco desconcertado en principio, ya que no entendía qué pintaba el Ayuntamiento en todo esto (estaría bien que dicho organismo me remitiese posibles clientes, pero sinceramente, muy poco probable...), le pregunto exactamente qué era lo que quería que hiciéramos.
Me dijo que estaba poniendo una tintorería y que en el Ayuntamiento le habían comentando que necesitaba acudir a un “périto” para arreglar los papeles de ello.
Ya empezaba a ver todo un poco más claro. Le comento que el Ayuntamiento lo que en realidad quería es que acudiese a un perito, pero relacionado con las instalaciones que estaba poniendo, es decir, un arquitecto o un aparejador que visara dichas obras, y que nosotros éramos peritos calígrafos, y que no teníamos nada que ver con ese tema, ya que nos dedicábamos al asunto de los documentos.
Y la señora, con toda su lógica y su razón, me contestó muy ufana: “Pues eso, eso precisamente es lo que quiero, un “périto” para poder conseguir los documentos que necesito...”
La gente de la calle, gracias a Dios, todavía consigue que a uno le salga la sonrisa cada mañana... y que no falte.
Recibo una llamada en el despacho de una señora que me preguntaba si éramos “péritos”. Le comento que sí, y qué deseaba.
Me dice que en el Ayuntamiento le habían dicho que necesitaba acudir a un “périto” para unos papeles.
Yo, la verdad, un poco desconcertado en principio, ya que no entendía qué pintaba el Ayuntamiento en todo esto (estaría bien que dicho organismo me remitiese posibles clientes, pero sinceramente, muy poco probable...), le pregunto exactamente qué era lo que quería que hiciéramos.
Me dijo que estaba poniendo una tintorería y que en el Ayuntamiento le habían comentando que necesitaba acudir a un “périto” para arreglar los papeles de ello.
Ya empezaba a ver todo un poco más claro. Le comento que el Ayuntamiento lo que en realidad quería es que acudiese a un perito, pero relacionado con las instalaciones que estaba poniendo, es decir, un arquitecto o un aparejador que visara dichas obras, y que nosotros éramos peritos calígrafos, y que no teníamos nada que ver con ese tema, ya que nos dedicábamos al asunto de los documentos.
Y la señora, con toda su lógica y su razón, me contestó muy ufana: “Pues eso, eso precisamente es lo que quiero, un “périto” para poder conseguir los documentos que necesito...”
La gente de la calle, gracias a Dios, todavía consigue que a uno le salga la sonrisa cada mañana... y que no falte.
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