Esta mañana he escuchado por la radio una tertulia en Radio Nacional, donde se hablaba de la cara y del rostro. La presentadora ha realizado además, una entrevista al morfopsicólogo (y también grafólogo, por cierto) Julián Gabarre, autor del libro “El rostro y la personalidad”. Los que tengáis interés por el tema, podéis ver su página aquí: www.morfopsicologia.es.
Pero a lo que iba. Uno de los tertulianos, conocido crítico musical, se tomaba a chirigota esta disciplina, haciendo bromas y chistes.
Finalizada la entrevista a Julián Gabarre soltó la siguiente perla, incluyendo también en el mismo lote a la grafología: “...menos mal que yo, gracias a Dios, no creo en estas cosas”.
Esta frase lapidaria es, por desgracia, muy escuchada en múltiples bocas. Personalmente, la he tenido que oír en muchas ocasiones a lo largo de mi vida, en cuanto salía el tema grafológico a la palestra, pero igualmente cuando hablaba de homeopatía, acupuntura, o cualquier otra ciencia considerada todavía un tanto “rara” o desconocida para la mayoría de la gente.
El “no creo en ello” permite a muchos individuos hacer como los niños pequeños cuando se esconden en un rincón y se tapan los ojos. Creen de esta forma que como ellos no ven, los demás tampoco les verán. Pero lógicamente, esto nunca funciona y siempre son pillados...
Una vez puse a una persona el ejemplo de la bomba atómica. Le dije que imaginara a un habitante de Hirosima diciendo, segundos antes de que cayera sobre su cabeza la fatal bomba: ¡Bahh! ¡Cómo no creo en ella...!
¿Cuál fue el resultado, creyera o no en la famosa bomba? Que cayó irremediablemente sobre su ciudad, con las consecuencias que todos conocemos.
Es decir, la creencia o no en algo, no quita ni pone nada a ese algo. Lo que es, es, por mucho que uno quiera creer lo contrario.
A estos individuos, ateos por su propia ignorancia, siempre les he dicho que yo soy grafólogo y no sacerdote, y que por ello ejerzo una ciencia y no una religión. En los postulados que sostiene una religión, se cree, pero desde luego no se puede utilizar el verbo creer para una ciencia. Se prueba su validez y ya está. Funciona o no funciona. Es o no es.
Estas personas, ante el fuerte miedo que sufren por algo que desconocen su funcionamiento y que, por tanto, se escapa a su mente limitada y obtusa, optan por declarar, y además con tinte prepotente por lo habitual, que no creen en ello.
Pero muy a su pesar, ocurre lo mismo que dijera Galileo ante el Tribunal de la Inquisición que se empeñaba en que negara lo evidente: “Y sin embargo, se mueve...”
Pero a lo que iba. Uno de los tertulianos, conocido crítico musical, se tomaba a chirigota esta disciplina, haciendo bromas y chistes.
Finalizada la entrevista a Julián Gabarre soltó la siguiente perla, incluyendo también en el mismo lote a la grafología: “...menos mal que yo, gracias a Dios, no creo en estas cosas”.
Esta frase lapidaria es, por desgracia, muy escuchada en múltiples bocas. Personalmente, la he tenido que oír en muchas ocasiones a lo largo de mi vida, en cuanto salía el tema grafológico a la palestra, pero igualmente cuando hablaba de homeopatía, acupuntura, o cualquier otra ciencia considerada todavía un tanto “rara” o desconocida para la mayoría de la gente.
El “no creo en ello” permite a muchos individuos hacer como los niños pequeños cuando se esconden en un rincón y se tapan los ojos. Creen de esta forma que como ellos no ven, los demás tampoco les verán. Pero lógicamente, esto nunca funciona y siempre son pillados...
Una vez puse a una persona el ejemplo de la bomba atómica. Le dije que imaginara a un habitante de Hirosima diciendo, segundos antes de que cayera sobre su cabeza la fatal bomba: ¡Bahh! ¡Cómo no creo en ella...!
¿Cuál fue el resultado, creyera o no en la famosa bomba? Que cayó irremediablemente sobre su ciudad, con las consecuencias que todos conocemos.
Es decir, la creencia o no en algo, no quita ni pone nada a ese algo. Lo que es, es, por mucho que uno quiera creer lo contrario.
A estos individuos, ateos por su propia ignorancia, siempre les he dicho que yo soy grafólogo y no sacerdote, y que por ello ejerzo una ciencia y no una religión. En los postulados que sostiene una religión, se cree, pero desde luego no se puede utilizar el verbo creer para una ciencia. Se prueba su validez y ya está. Funciona o no funciona. Es o no es.
Estas personas, ante el fuerte miedo que sufren por algo que desconocen su funcionamiento y que, por tanto, se escapa a su mente limitada y obtusa, optan por declarar, y además con tinte prepotente por lo habitual, que no creen en ello.
Pero muy a su pesar, ocurre lo mismo que dijera Galileo ante el Tribunal de la Inquisición que se empeñaba en que negara lo evidente: “Y sin embargo, se mueve...”
1 comentario:
Que le vamos a hacer, amigo. Gente inculta hay en todos los ámbitos. Pero peor para ellos y mejor que se queden en su ignorancia.
Muntsa. Naturópata
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