Como ya sabéis, la firma es el distintivo más fuerte y profundo de la persona, y se llega a ella tras un proceso de búsqueda e imitación, adaptándose a lo largo de la vida, o por lo menos durante un periodo largo de años, diferentes esquemas de firmas al ir probándose el individuo distintos "trajes" hasta que se queda con uno con el que se siente identificado.
El texto, por contra, es la manifestación en lo social de esta persona. Ambos elementos son fundamentales en un análisis grafológico y deben ir de la mano inseparablemente, puesto que el estudio de uno de ellos sin el otro, conllevará un resultado incompleto del análisis de la personalidad.
Cuando se trata de grafoterapia, la firma hay que considerarla, en principio, como un termómetro para comprobar la evolución de la persona, puesto que irá cambiando a medida que vaya desarrollándose la terapia. Desde mi experiencia, entiendo que debemos centrarnos en la reestructuración gráfica del texto, que es donde verdaderamente el yo entra en contacto con el otro, con el medio en el que se desenvuelve, con su propio ambiente. Es en este plano donde se dan la mayoría de los conflictos.
¿La firma es consecuencia de cómo se siente el yo manifestado (el texto), o el yo manifestado (en contacto con lo social) está supeditado a cómo se siente el yo íntimo (la firma)?
Sin duda, la verdadera fuerza del individuo se encuentra en la firma, y a partir de ahí, dependiendo de cómo se sienta el yo íntimamente, así saldrá a manifestarse en lo social. Pero por nuestra experiencia hemos visto también que cambiando los elementos gráficos del texto, la firma acaba experimentando variaciones.
Muchos estudiantes de grafología aconsejan a alguien, cuando le ven una firma negativa, que la cambie por que así se van a encontrar mucho mejor. Pero hay que tener cuidado con estos consejos, ya que cuando una persona modifica su firma de manera natural, es por que ya tiene todos los utensilios necesarios para poder hacerlo, sin sentirse por ello inseguro. Sin embargo, cuando una persona la cambia sin más, por que alguien se lo ha dicho, sentirá internamente un sentimiento de desprotección y desvaloración personal, puesto que es como si a un cojo le quitases una muleta, sin haber aprendido antes a andar con una sola pierna. Esta persona no se sentirá identificado con la prenda gráfica que se está probando.
Mi consejo es que solo intervengamos en la firma si observamos en ella elementos claramente autopunitivos, para evitar así que la persona se siga haciendo daño, pero siempre y cuando a la vez estemos trabajando también grafoterapéuticamente su escritura. No es recomendable cambiar solo la firma, sin modificar los trazos necesarios en el texto.
Y por supuesto, tampoco es igual el caso de un niño que de un adulto. A un niño, que todavía está en proceso de probarse los trajes de las personas de su alrededor, se le puede perfectamente indicar cambios en su firma si es ilegible o tiene fuertes tachados, por ejemplo, para que así se vaya reafirmando. Con ello también le estaremos ayudando en su proceso madurativo.
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